No hay nada tan instructivo y gozoso como sumergirse en una sociedad formada por gente de una raza completamente distinta a la tuya, que respetas, por la que sientes simpatía, de la que te enorgulleces desde fuera. La plenitud vital de los armenios, su tosco afecto, su noble sangre trabajadora, su rechazo inenarrable a la metafísica y su maravillosa familiaridad con el mundo de las cosas reales, todo eso me decía: estás despierto, no temas a tu época y no te engañes.
¿Era, quizá, porque me encontraba entre una gente que, aunque conocida por su actividad impetuosa, no se regía por los relojes de las estaciones de tren y las oficinas, sino por un reloj solar, como aquel que yo había visto en las ruinas de Zvartnotz en forma de rueda astronómica o de rosa grabada en la piedra?
El amor a los otros no suele formar parte de nuestras virtudes. Los pueblos de la urss conviven como los niños en la escuela. Se conocen sólo de sentarse en el mismo pupitre y de verse a la hora del recreo grande, mientras se desmenuza la tiza.
desembre del 2011